Según Michael Hall, uno de los académicos en turismo más reconocidos en el mundo, política turística es lo que los gobiernos deciden hacer o no hacer acerca de los temas que requieren intervención pública. En otras palabras, en el estudio y la práctica de la política gubernamental, la ‘inacción’ es un tema esencial. Desde mi punto de vista, la gobernanza –entendida como la interacción de los diferentes niveles de gobierno con la empresa privada, organizaciones no gubernamentales, la academia y la sociedad civil en el desarrollo y la toma de decisiones– es una de las inacciones más grandes del Ministerio de Turismo de nuestro país.
La actual falta de coordinación entre los diferentes actores que participan del turismo ecuatoriano se puede entender como el resultado de una serie de acciones e inacciones que se han venido dando paulatinamente. El Decreto Presidencial del 2008, mediante el cual pertenecer a una Cámara de Turismo deja de ser obligatorio, aun cuando tuvo su justificación válida, en la práctica debilitó enormemente la participación del sector privado en la toma de decisiones. La lentitud con la que ha avanzado la legalización de los Centros Turísticos Comunitarios, especialmente en la costa ecuatoriana, básicamente ha ausentado a gran parte de este sector de cualquier mesa de conversación.
Adicionalmente está el abandono del programa de descentralización turística promovido por el Ministerio de Turismo desde el 2001, orientado a generar mecanismos de gobernanza en los destinos a través de la creación de comités municipales de turismo y la formulación de planes participativos. Si bien los comités no siempre se mantuvieron y los planes no siempre se aplicaron, el proceso abrió por primera vez espacios de conversación reconocidos y apoyados por el gobierno central, en los que los diferentes actores y sectores involucrados podían exponer sus intereses y aspiraciones individuales.
En la actualidad pareciera que las ideas de empoderamiento local, sostenibilidad, fomento a iniciativas de pequeña escala y comunitarias, diálogo, democratización en la toma de decisiones, participación ciudadana, consulta pública y consenso han quedado en el papel con el que se imprimió el Plan del Buen Vivir, mientras que, al menos en turismo, se enfatiza el discurso de la eficiencia, calidad, innovación, promoción y otras políticas en las que se relega a segundo plano el trabajo conjunto y los objetivos sociales del desarrollo.
Cuando se trabaja en la gobernanza de un destino, se busca la convergencia en intereses, poderes y actividades de cada actor para lograr objetivos comunes, repartiendo la responsabilidad. Sin embargo, cuando no se diseñan mecanismos y políticas de gobernanza, las acciones para el desarrollo y gestión de los destinos pueden recaer en un único actor que trabaja aisladamente. Así pasan cosas como lo que sucede en las islas Galápagos, donde una decisión que afecta a muchos es tomada y anunciada por pocos. El problema de las Galápagos, que a la larga es un problema de gobernanza, puebla las noticias internacionales. En cambio, de la campaña publicitaria que Ecuador lanzó en el museo Tate de Londres en el mes pasado, nadie se enteró.
Cuando la inacción pesa más que la acción es hora de revisar nuestra política pública. (O)
Tomado del Diario El Universo de Guayaquil
Lunes, 13 de julio de 2015.
Autora: Carla Ricaurte Quijano.
CÁMARA PROVINCIAL DE TURISMO DE LOJA
¡Posicionando un destino!