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jueves, 23 de enero de 2014

LOS GUAYACANES A PUNTO DE FLORECER CAMPANITAS DORADAS



LOS GUAYACANES A PUNTO DE FLORECER CAMPANITAS DORADAS


Zoila Isabel Loyola Román

Un espectáculo cautivante, que está bajo el signo de creer y esperar. La historia del florecimiento de los guayacanes amarillos empieza cuando en diciembre el árbol se despoja completamente de sus hojas para esperar que en los primeros meses del año, se produzca el “milagro” del agua que vivifica la tierra seca y árida, llenándola de vida; el agua que hace renacer los nidos, las flores, los frutos, los pájaros cantores.

Las primeras lluvias del año anuncian que los guayacanes están a punto de estallar en una florescencia de esplendorosa belleza de millones de campanitas doradas que cuelgan de estos árboles durante mas o menos una semana.

Entre  dieciocho y veinte, el guayacán que es un árbol de larga vida,  está maduro, y se ha adaptado a estos lugares calurosos, secos y áridos en extremo como Zapotillo, Mangahurco, Cazaderos… ha creciendo, poquito a poco, preparando sus raíces, su tronco, sus ramas para sostener un árbol de copa extendida, que llegará a medir entre 12 a 15 metros de altura. Ha formado una madera veteada mezcla de amarillo ámbar y café obscuro o verde olivo que le da un aspecto muy decorativo, para los  trabajos de carpintería. Madera dura, pesada, recia, como recio es el carácter del chazo lojano de estos lares. Los guayacanes mantienen su follaje verde y fresco durante casi todo el año, aún en las peores condiciones de sequía. Y solo cuando llegan las lluvias brotan las flores que, como campanitas de amarillo intenso, cuelgan en racimos al final de las ramas. Un paraíso de color de oro y azafrán, con resplandores rojizos, que será nido y sustento de colibríes, charros, mirlos, chirocas, tordos; en fin, de toda clase de pájaros cantores, de emplumados pájaros de variadísimos colores…

Como el guayacán, que en medio de las circunstancias más adversas, cree en el milagro y en la promesa de la lluvia de los primeros dias del año, que aunque no lo vea, sabe que está alli. Su ejemplo me ayuda a celebrar y a agradecer al cielo por los dones de la tierra, por la promesa que será cumplida, cuando confiado se despoja de sus hojas viejas para esperar que florezcan en sus ramas las más hermosas y nuevas flores-campana que son como el alma avisora de estos pueblos, flores-campanas que tocan a arrebato para celebrar la vida, para convocar a la fiesta  Sin rendirse!, ¡sin cansarse de esperar!, ¡sin dejar de creer y llenándose de esperanza!

Entonces, vale la pena aprender de los viejos guayacanes a  creer, a ser perseverantes y esperanzados para no abandonar los sueños, para no desanimarnos.  ¿Porque seguramente, ese sueño esté por florecer?

Ante la belleza de los guayacanes en flor, quisiera decir, con emoción: ¡Qué hermosa es mi tierra!



 Publicado en Diario Centinela, el día miércoles 22 de enero de 2014







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